Tantas horas encerrados en casa, la obligación de estar con nosotros mismos, desactivar el piloto automático y parar de hacer las tareas que mantienen la mente ocupada en el día a día, ha desencadenado que nos detengamos en muchos pensamientos negativos que nos generan conflictos y malestar.
Entre otras recomendaciones para sobrevivir psicológicamente a esta pandemia, se ha hablado de la meditación debido a su poder para acallar o calmar nuestra mente. Me gustaría aprovechar el interés creciente que está despertando esta palabra, para desmitificarla e indagar un poco.
Meditación, serenar la mente y los pensamientos
La meditación en su esencia es el arte de estar consciente, consciente de lo que está pasando dentro de ti y a tu alrededor.
Una vez que nos relajemos en esta aceptación, y dejemos de fingir que somos diferentes a cómo somos realmente, dejemos de luchar para impresionar a los demás, dejemos de intentar defendernos o intentar ocultar nuestras heridas y las saquemos a la luz, la cosa puede cambiar.
Es como si saltas a un río enfangado y te metes para luchar a contracorriente e intentar que el agua se vea más clara. Se volverá más turbia. Sin embargo, si aceptas que no puedes hacer nada, te sientas en la orilla y esperas, observas, y la corriente sigue fluyendo, llegará un momento en que el barro se asentará porque no puede flotar para siempre.
Nuestra experiencia de vida nos ha dicho que los objetivos los logramos a través de la mente; nuestra formación, ambiciones y deseos solo pueden ser satisfechos por la mente. La meditación no es un logro, es tu naturaleza intrínseca, solo tiene que reconocerse o recordarse, la has llevado contigo siempre, no puedes tenerla o no tenerla, eres tú, tu ser. Es un estado de claridad, no un estado mental.
A veces los pensamientos actúan como nubes que ciegan esa claridad. En la meditación no hay que hacer nada. Solo dejar que los pensamientos se serenen por sí mismos, concederles el lugar que les corresponde; es la mente la que se mantiene en las palabras y no en los silencios que hay detrás de cada palabra. Consiste en cambiar de foco, sentarse en silencio y empezar a fijarse en los espacios, no con esfuerzo sino con curiosidad. Las palabras vienen y van, el silencio permanece. La mente es pensamiento y la meditación es silencio.
Está claro que vivimos en un mundo moderno y caótico donde la palabra silencio puede resultar aterradora. Adaptándonos a nuestro mundo occidental, existen “técnicas de meditación” que con constancia, pueden facilitar que el caos se deshaga. Su puesta en práctica sería como dar unos primeros pasos para allanar el terreno con más facilidad, antes de permitir que el silencio y la paz empiecen a suceder de manera natural en ti. Unos pasos previos para descubrir que la meditación no es una herramienta para la supervivencia, es vida, ya que no tiene nada que ver con lo que haces sino con lo que eres. Es un salto desde la cabeza al corazón, y desde el corazón al ser.
Sandra Garro Codina, psicóloga en Masquemedicos