Si el espíritu influye en el cuerpo, el cuerpo influye, a su vez, en el espíritu. No hace falta ir muy lejos para convencerse de ello. Un malestar hepático, una muela picada provocan impaciencia, irritabilidad, e incluso insomnio por la noche. Un dolor de cabeza, una indigestión, unas décimas de fiebre, indisponen y condenan a la inactividad temporal. Una neumonía puede quitarnos toda nuestra energía vital. Es entonces evidente que las enfermedades crónicas, las disminuciones físicas y sobre todo las enfermedades degenerativas, tienen efectos depresivos sobre el carácter y la personalidad de las personas, llegando incluso a veces a empujarles al suicidio.
Del mismo modo que la emoción provoca la secreción de diferentes hormonas, éstas, a su vez, influyen en nuestros estados de ánimo. Muchas mujeres conocen la pequeña depresión que acompaña muchas veces a la menstruación, la depresión post-parto y el peculiar estado anímico de la menopausia. Un mal funcionamiento del tiroides puede actuar también sobre el comportamiento. Una secreción insuficiente te hace perezoso, distraído e indolente, mientras que una secreción excesiva provoca un exceso de emotividad, de excitación e incluso de cólera. Todos los órganos del cuerpo, el sistema hormonal, el nervioso y el cerebro están estrechamente interrelacionados, y nuestra vida emocional depende en gran medida de ellos. Las drogas, artificiales o naturales, son un ejemplo que demuestra que la vida psíquica puede verse modificada por la alteración de la química interna del organismo.
Estar en forma: un anti-estrés eficaz
Todos los años en Noche Vieja, oímos repetir una y mil veces a nuestro alrededor aquello de “lo importante es que tengamos salud”, u otras cosa del mismo tipo. En realidad la salud física constituye una parte esencial de aquello que llamamos generalmente felicidad.
Una persona que disfrute normalmente de buena salud resiste mejor la enfermedad y puede afrontar con más facilidad las preocupaciones y las penas que normalmente acompañan a ésta. Se enfrenta con más facilidad a situaciones que en el caso de otras personas provocarían tensiones perturbadoras
La mejor manera de mantener el estado físico es alimentarse bien, descansar lo suficiente y hacer ejercicio regularmente. El ser humano está hecho para el movimiento. El ejercicio constituye la terapia más eficaz contra los desórdenes y las enfermedades degenerativas de nuestra sociedad sedentaria. Mediante el ejercicio, la tensión nerviosa escapa, en vez de minar nuestra vitalidad. Moverse disminuye el estrés y genera entusiasmo. Poco a poco, el cuerpo va desarrollando su potencial y se vuelve a encontrar conectado a una sensación muchas veces olvidada desde hace tiempo: el placer de vivir. Como el espíritu, al igual que el hígado o el sistema nervioso, tiene una naturaleza biológica, una persona que se tome en serio su buena forma física favorecerá por fuerza su salud mental.
La salud, un estado de equilibrio
Hoy se suele definir la salud como un estado de equilibrio resultante de la armonía de los diferentes planos que constituyen el ser humano: el plano biológico, el psíquico y también el social.
Un cuerpo y un espíritu desequilibrados carecerán de fuerza y vitalidad. Esto se debe a una interacción recíproca que se establece, en este caso negativamente. En un plazo más o menos breve, aparecerán desórdenes físicos, psicosomáticos y mentales que serán los encargados de expresar esa discordancia. Por el contrario, cuando el cuerpo y el espíritu están en armonía, el resultado es un bienestar profundo, una satisfacción personal, una serenidad y una capacidad de adaptación y comunicación que estimulan las ganas de vivir.
Esta unidad se adquiere contrayendo hábitos vitales sanos y el desarrollo de una actitud positiva con respecto a las cosas, los acontecimientos y las personas. La salud es, en primer lugar y ante todo, un estado de ánimo que hay que cultivar, una imagen mental en la que hay que proyectarse. Hagamos la experiencia: cerremos los ojos e imaginémonos a nosotros mismos con un cuerpo sano y resplandeciente, riendo a carcajadas y saltando en un paisaje que nos guste. Esta sencilla sugerencia de salud repetida con frecuencia, podría terminar por cambiar nuestra vida. Nadie puede resistirse a la idea de estar sano y sentirse feliz.