En este viernes de cine os dejo un pequeño corto para que podáis utilizarlo aquellos que estáis en el sector educativo y para los que no, que encontréis un breve espacio para reflexionar tras los 15 minutos que dura el mismo sobre el bullying, como se gesta, como se mantiene y qué consecuencias tiene. Sobre todo como se inicia porque las consecuencias parece que todos parecemos conocer cuáles son.
Ballying, cortometraje
Este cortometraje parte de la idea de Amiguicos Producciones una productora escolar de cortometrajes educativos, en la que participan alumnos desde 1º a 6º de Primaria del Centro Rural Agrupado (CRA) La Sabina de Villafranca de Ebro, Zaragoza y que tras alguna que otra experiencia en la grabación audivisual decidieron ponerse en contacto con un municipio cercano Monegrillo y realizar la grabación del corto desde cero.
Me parece una idea genial que involucra a los municipios, les da vida, genera creatividad y curiosidad en los jóvenes y no tan jóvenes y si encima tratamos temas tan importantes a nivel social como este no se puede pedir más que conseguir extrapolar este proyecto a otros lugares de España.
El nombre de Ballying surge de los dos conceptos de pelota y bullying, el primero como objeto que une a los dos pueblos y bullying con el suceso se refleja a lo largo de la cinta.
Sinopsis del cortometraje Ballying
El cortometraje empieza con una visión interesante la niña que sufre bullying explica como cuando llegó la situación no prometía ser negativa, estaba integrada, jugaba en el patio, ayudaba a sus compañeros y era alabada por el profesor y luego la visión del otro pueblo donde un niño explica como antes de llegar el compañero nuevo él era el más listo de la clase, al que todos pedían ayuda y el que mejor jugaba al fútbol. Contraste de perfiles que explican como se genera la lacra del acoso escolar.
En el colegio debemos de fomentar no solo la adquisición de conocimientos sino, como entorno social donde los niños pasan multitud de horas, días y años, que sea un espacio donde se gesten valores. No podemos pensar que ver a nuestro hijo insultar en el patio del recreo es algo excepcional porque se lleva mal con ese niño pero en el parque, en casa y en su desarrollo futuro eso no va a volver a producirse. Claro que se repite porque el niño aprende que es una herramienta más para relacionarse, que si alguien no te cae bien no tienes por qué guardarle un respeto y que además a veces puedes insultar porque no tiene consecuencias negativas y más si no nos han visto los mayores o si lo han visto y nadie les ha dicho nada.
Ojala en un futuro y acompañado de todos estos proyectos podamos lograr un sistema de mediación educativa para los conflictos, la intervención de los padres en sus hogares de una forma más contundente sobre este tema y una perspectiva social de preocupación que ya está empezando a consolidarse a nivel social para poder luchar contra el fenómeno.