A lo largo de la historia, aunque no demasiados, se han dado otros casos parecidos al de Kim Peek. Darold Treffert, un estudioso en esta materia, considera que todos ellos comparten una serie de cualidades y los ha incluido en un síndrome, que como no podía ser de otra forma ha llamado síndrome del sabio o del Savant.
Todos los afectados por el síndrome del Savant tienen algo en común, y esta característica no es otra, que una capacidad ilimitada de almacenar palabras, números, imágenes o datos en su cerebro. Tienen una memoria prodigiosa, pero no les sirve ni pueden sacar provecho de todo ese almacenamiento.
Es un poco cruel, pero la primera vez que se describió esta enfermedad, se le dio el nombre de los idiotas sabios (“Idiot-Savant). No todos los Savant tienen los mismos recursos, sino que pueden despuntar en distintas áreas o categorías
- Arte: Pueden ser músicos excelentes, escultores o pintores con unas capacidades prodigiosas.
- Cálculo y retención de fechas: pueden almacenar calendarios enteros en su inagotable memoria.
- Cálculos numéricos: Pueden hacer complicadísimos cálculos matemáticos tan rápido o más que una calculadora.
- Habilidades mecánicas y espaciales: construcción de maquetas, memorización de mapas, cálculo de distancias a ojo.
Los estudios científicos más recientes, basados en técnicas de escaneado cerebral, confirman que su genialidad es debida a que sus procesos y cálculos mentales se realizan en hemisferios cerebrales distintos a los de un sujeto normal.
La parte negativa de este síndrome no es baladí: El 50% de los “savants” son autistas, y el otro 50% sufre retraso mental o alteraciones mentales de diversa índole. Ni todos los savant son autistas, ni todos los autistas son savant. Aproximadamente uno de cada diez pacientes autistas, desarrolla el síndrome del savant.
Para que un savant pueda ser considerado como prodigioso es necesario que sus proezas o habilidades sean consideradas extraordinarias, incluso si fueran realizadas por una persona normal, que no padeciera ninguna discapacidad.
Los savant prodigiosos son tan raros, que sólo se conocen menos de 50 personas en todo el mundo con estos rasgos. La Sociedad Médica de Wisconsin, cita en su página web a veintinueve personas con capacidades muy por encima de lo normal en sus respectivas materias.
Savant más conocidos
Además del ya fallecido Kim Peek, alguno de los savants más prodigiosos son:
- Orlando Serrell recibió un pelotazo en la cabeza a la edad de 10 años y desde entonces, empezó a desarrollar asombrosos y complejos cálculos con las fechas y los calendarios.
- Alonzo Clemons tras una alteración cerebral en su infancia, se quedó con un coeficiente intelectual menor a cincuenta. A pesar de ello, realiza esculturas en barro de animales, con una perfección absoluta, incluso sin visualizar al animal.
- Daniel Tammet es el único savant vivo en la actualidad, que no presenta ninguna discapacidad mental. Entre sus proezas está memorizar el número Pi con 22.514 dígitos. Necesitó más de 5 horas para repetir la secuencia de números que fue confirmada por un superordenador. Aprendió a hablar el islandés, idioma de alta complejidad, en una semana.
- Leslie Lemke. Tiene parálisis cerebral y ceguera completa. Hasta los quince años no aprendió a caminar. Un año más tarde, a los dieciséis, su madre lo descubrió tocando un concierto de Tchaikovsky al piano. Había escuchado la pieza en la televisión una sola vez, unos días antes. Hoy Leslie, toca música de todo tipo, da giras mundiales y es uno de los savants más célebres del planeta.
- Stephen Wiltshire. A la edad de tres años fue diagnosticado de autismo. Hasta los 9 años no empezó a hablar. Hoy es conocido como “la cámara viviente” pues ya a la edad de once años, sobrevoló en helicóptero la ciudad de Londres y luego la dibujó con total precisión, acertando hasta en el número exacto de ventanas de los edificios más significativos de la capital británica. Entre otras ciudades ha dibujado Nueva York, Madrid, Roma y París. En el año 2008 visitó Madrid y aún se puede leer en internet un artículo de “El País” donde se cuenta cómo los espectadores, quedaron atónitos al contemplar el dibujo de la ciudad, tras dar unas vueltas por el cielo madrileño subido a bordo de un helicóptero.