Para cambiar nuestra mentalidad o actitud debemos ser constantes, es posible lograr este cambio con el tiempo, y contando con el apoyo adecuado. Muchas veces somos impacientes, y queremos que sea rápido, pero ¿podemos cambiar nuestra forma de percibir y actuar frente a la vida rápidamente?.
Nuestra mente guarda las experiencias que vivimos, los hábitos y los valores que aprendemos a lo largo de nuestras vidas. En un principio, nuestras acciones son conscientes, por ejemplo, cuando tomamos una ruta para ir al trabajo, o adoptamos una actitud ante una situación en particular, pero a medida que pasa el tiempo, estos patrones se guardan en nuestra mente. Así es como terminamos por actuar de forma automática: nuestra mente no actúa conscientemente. Por eso, cambiar nuestra forma de pensar, modificar lo que es una costumbre para nuestro cerebro, es un proceso complejo pero no imposible. Es necesaria mucha constancia, esfuerzo y tiempo para lograrlo.
Un cambio de mentalidad no es un proceso rápido y sencillo. Si lo fuera, no existirían los problemas de ansiedad, de pareja, de depresión… Si lo que queremos es una solución rápida, es posible mejorar a corto plazo, pero los resultados no se mantendrán en el tiempo (lo mismo que ocurre con el efecto yoyo en las dietas milagro). Lo que buscamos es hacer hábitos, que nuestra mente se acostumbre a los pensamientos y actitudes saludables, que estos se queden grabados y sea fácil realizarlos. Dedicando tiempo, siendo constantes y utilizando las herramientas adecuadas que nos ofrece el psicólogo, se busca romper con los hábitos antiguos que de forma automática realiza nuestro cerebro (preocupación ante determinadas situaciones, inseguridad).
¿Cómo lograr un cambio de mentalidad?
Debes conocer primeramente, cada una de las tres áreas implicadas: área cognitiva, área emocional y área comportamental. Para ello tienes que llevar a la conciencia todo lo que te sucede. Es necesario que seas honesto contigo mismo y por supuesto, también con tu terapeuta.
El segundo paso es conocer los mecanismos por los cuales pensamos de la forma en que lo hacemos, nos sucede lo que nos sucede, o actuamos de un modo determinado. El terapeuta, en este punto, debe explicar lo necesario para que puedas comprender por qué persiste la ansiedad, tristeza o las dificultades.
A partir de este punto, el trabajo se dirige a lograr los objetivos propuestos. El psicólogo, no es un mago, que pueda usar una varita mágica para que nuestra mente cambie de un momento a otro, pero sí posee las herramientas y estrategias necesarias para que podamos que modificar lo que nos impide conseguir lo que queremos. Tal como indicamos, esta es la parte larga y compleja: nuestra mente debe desaprender todo aquello a lo que está acostumbrada y aprender poco a poco nuevos hábitos. Esto se logra practicando, hasta que, con el tiempo, se automatice dentro de nuestra manera de reaccionar y actuar.
Una vez que las herramientas se han incorporado y se ha entrenado lo suficiente, llega la fase de seguimiento. En este punto, el contacto con el terapeuta es más dilatado, puede ser al mes, a los tres meses y a los seis meses de terminar la intervención psicológica y de realizar el plan de acción indicado. El objetivo es mantener los resultados y afrontar las dificultades que se presenten. De esta manera es posible que los resultados, que se han conseguido con mucha constancia y esfuerzo, se mantengan a largo plazo, evitando recaer en viejos hábitos y verse en la necesidad de retomar la terapia psicológica.
Clínicas Origen, especialistas en Psicología y Psiquiatría
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