El farmacéutico, ese ser misterioso con apariencia de saber casi todo que vive en el espacio que existe entre el médico y el paciente. La farmacia, la vieja botica, lo más parecido que tenemos hoy a la cabaña del hechicero de la tribu y lugar donde se entra con cierto respeto. Aunque la verdad es que cada vez las farmacias son sitios donde uno puede comprar más cosas aparte de los medicamentos recetados por el médico de cabecera. ¿Cómo se ve la vida desde dentro de la farmacia? Hablamos con María, 35 años, farmacéutica de Euskadi y apasionada de su trabajo, en el que lleva nueve años. Esta es su farmacia.
“Me gusta mucho lo que hago, sobre todo por el contacto con la gente. Además es un trabajo muy dinámico, que te obliga a estar al día en muchas cosas”. Uno podría pensar que su trabajo es básicamente despachar y punto, pero no: “Hay trabajo diario que hay que hacer, como revisar recetas, recepcionar pedidos, reposición…”
, por no hablar de los muchos clientes que confían en su farmacéutico tanto o más que en su médico. “Para ellos eres un referente en el tema sanitario. Te escuchan, te hacen caso (a veces), siguen tus consejos sobre su medicación… Muchas veces ejerces incluso de psicólogo, sobre todo para la gente mayor. Puedes recomendar a alguién un jarabe para la tos, un atigripal, una crema para una dermatitis que le ha salido y así con un montón de cosas. Pero siempre sabiendo que no somos médicos y que para lo grave tienen que ir a su médico”.
Le preguntamos por la lenta transformación de las farmacias en un sitio donde además de despachar medicamentos se venden productos de belleza y tratamientos de “medicinas alternativas”. ¿Lo ve como algo negativo para el prestigio de la farmacia? “Al contrario. Soy una defensora de que las farmacias vendan cremas, champus, geles etc. Por ejemplo una crema antiarrugas. Un farmacéutico sabe qué es la piel, qué estructuras la forman, por qué se forman las arrugas, las causas, cómo se tratan. Y eso es una herramienta fundamental para aconsejar una crema, con la garantía de un consejo sanitario. Yo por ejemplo en la carrera tuve una asignatura que se llamaba dermofarmacia, en la que no solamente se veían todas estas cosas, además de todo esto haciamos nosotros mismos cremas, desodorantes, autobronceadores, etc. Además de esto, en mi caso, estoy continuamente reciclandome con cursos. Así que creo que es un plus, completamos un servicio. Un farmacéutico abarca muchos campos, no solo el de los medicamentos”. Y no sólo es importante por esto, ella también hace referencia al tema económico: “La receta, el medicamento, cada día vale menos, cada vez el margen de la farmacia es menor, así que hay que buscar el margen en otro sitio. Y ese otro sitio es todo lo anterior, la parafarmacia. Dermofarmacia, nutrición, ayudas técnicas para mayores, homeopatía, fitoterapia, etc.”
Indagamos en la mala fama que tiene la industria farmacéutica entre el ‘pueblo llano’, vista como ‘el enemigo’ por muchos. “Por suerte la mala fama solamente se ciñe a los laboratorios farmacéuticos . Nosotros somos unos profesionales bien valorados. La gente acude a nosotros para sus problemas de salud”. Aún así rompe una lanza por las empresas: “Hay que tener en cuenta que los laboratorios son empresas privadas y no ONG, con lo cual tienen que tener beneficios. Ellos ponen el dinero para poder lanzar distintas moléculas para diferentes enfermedades. Suelen ser años y mucho dinero para hacerlo. Y sí, suelen ser enfermedades que se dan en países desarrollados. Al final es de donde van a obtener beneficios, independientemente que nos parezca bien y mal. Personalmente lo entiendo. Lo que hay que hacer es no cargarse la otra opción, es decir, la investigación pública o que recibe dinero público en este país, que es lo que se está haciendo”.
Para terminar otro tema espinoso: la liberalización o no de las farmacias. “Aquí en Euskadi, para optar a una farmacia de nueva apertura, se usa un baremo de puntos. Alguien como yo que lleva 11 años trabajando en esto tiene menos puntos que alguien que ha estado años en la docencia, publicando, impartiendo clases, etc. Y quizás tengo más experiencia para llevar una farmacia. O el que tiene una y se la traspasa a su hijo, y luego más adelante opta a una de nueva apertura. Es injusto y cierra las puertas a mucha gente. Habría que hacer una especie de oposición aparte del sistema de puntos.”
Antes de despedirnos le preguntamos si le hubiese gustado hacer otra cosa en la vida. “Me gusta mucho mucho mi trabajo”. Luego sonríe: “Una confesión: me hubiera encantado hacer enología. Es una espina que tengo clavada y quizás algún día pueda quitarmela”.