Es evidente que la constitución física de las mujeres y los hombres es diferente, no solo en el aspecto de la diferenciación sexual, sino también en la respuesta que se produce en algunos tejidos como la piel o la grasa ante una cirugía. Hay diferencias fisiológicas, pero también psicológicas, que hacen que el proceso de recuperación postoperatoria tras una intervención quirúrgica presente algunas variaciones.
Un ejemplo lo encontramos en la piel. En los hombres tiene mayor grosor que en la mujer, por lo que fenómenos cutáneos como los hematomas, la inflamación y el edema se comportan de manera diferente. Tras una cirugía estética masculina aparecerán menos hematomas superficiales, pero más inflamación y edema, alargando el proceso de recuperación.
Los folículos pilosos -parte de la piel que da crecimiento al cabello- son más abundantes en la cara y el cuerpo masculino, y condicionan y dificultan la planificación de una cirugía facial o abdominal. El resultado de la intervención puede afectar la posición normal de las zonas pilosas: patillas más altas, aparición de pelo detrás de las orejas tras una cirugía de estiramiento facial o un ombligo sin pelo en su nueva posición en el abdomen tras una abdominoplastia.
Durante una liposucción se reduce la grasa de las zonas deseadas y afectadas por un depósito excesivo. En las mujeres la grasa es más esponjosa, lo que debe tenerse en cuenta para no exceder la cantidad necesaria por la facilidad que supone su extracción; por esa razón hay menos inflamación postoperatoria y la recuperación es más rápida. En los hombres la grasa es más fibrosa, sobre todo en las caderas y en los flancos lumbares, por lo que para su eliminación se requiere de un mayor esfuerzo por parte del cirujano que debe utilizar técnicas de liposucción asistida por vibración, láser… lo que provoca que la recuperación sea más lenta y, en algunas ocasiones incompleta, ya que se suelen realizar intervenciones secundarias para mejorar los resultados obtenidos.
Los factores psicológicos también alteran la evolución de una intervención quirúrgica. Existen diferencias sustanciales entre mujeres y hombres: las mujeres son más realistas acerca del tiempo, los resultados y las obligaciones necesarias para conseguir una correcta recuperación; se preocupan más de los detalles prácticos. Los hombres, en cambio, están más interesados en realizar un buen acuerdo con el cirujano, obvian los aspectos y los detalles para conseguir una recuperación postoperatoria satisfactoria. Son más proclives a generar expectativas poco realistas y a estar más descontentos con los resultados finales.
En líneas generales los hombres tienen menos paciencia y “no escuchan” las instrucciones que se les proporcionan, piden menos ayuda y se quejan más que las mujeres, además, vuelven antes de lo recomendado al trabajo, y son más remisos a utilizar maquillaje y/o protección solar para cubrir sus cicatrices mientras se obtiene la mejoría. Muchos de mis colegas de profesión afirman que “los hombres somos los peores pacientes“, y creo que estamos todos de acuerdo.
La comunicación entre el médico y el paciente es fundamental para generar unas “expectativas reales”. Hay que informar completamente al paciente sobre el procedimiento, los cuidados precisos tras la cirugía, y el periodo de recuperación necesario para obtener unos buenos resultados.