En la primera etapa de la infancia, el niño estructura, en relación a su cuerpo y a los demás, la base de su personalidad. Como el lenguaje verbal aún es inexistente, el individuo se vale de relaciones corporales y motrices para comunicarse: contactos, gestos, miradas, sonidos, etc.
Objetivos que deben trazar los educadores
Según los postulados de la psicomotricidad relacional, todo lo anterior configura un lenguaje tónico-corporal. En él, juegan un papel destacado los aspectos psico-afectivos, emocionales y físicos. La comunicación a la que nos referimos es la de un cuerpo en relación a otro llevada a cabo a través del código natural y propio de los niños.
En este sentido, hay unos objetivos que como educadores tenemos que perseguir:
- Prevenir, permitir y favorecer el desarrollo de la personalidad.
- Permitir la expresión de los sentimientos y actitudes para aprender a gestionarlos. Hablamos de agresividad, miedos, envidia, celos, culpabilidad, seguridad, alegría, tristeza, etc. El objetivo final será una mejor adaptación a la realidad.
Metodología a seguir
En cuanto a la metodología que deberemos seguir, tenemos que tener en cuenta que estará basada fundamentalmente en la actividad y el juego espontáneo. Para ello, usaremos como recurso principal el propio cuerpo y como espacio la sala de psicomotricidad de la que dispongamos.
No hay que olvidar que este espacio habrá de organizarse previamente dependiendo de la actividad que vayamos a desarrollar. Los materiales han de tener un significado variable para que el niño pueda relacionarse con ellos libremente dependiendo del momento o del contexto. Esto además fomentará su creatividad.
Roles de la intervención psicomotriz
En la intervención psicomotriz nos basamos en tres roles fundamentales:
Observación de la expresividad psicomotriz
Para analizar la expresividad del niño, utilizaremos una serie de parámetros como la relación con el material, la ocupación del espacio y el tiempo como coordenadas y la relación con otros niños y con los adultos. En base a lo anterior, tendremos que ser capaces de elaborar un proyecto pedagógico dependiendo de lo que el niño nos exprese cuando utiliza los objetos los espacios y el tiempo.
El juego simbólico
La psicomotricidad relacional que hemos descrito antes, va a convertir al niño en un sujeto capaz de expresar y elaborar sus propias reflexiones, resolver sus conflictos, paliar sus carencias. En definitiva, le va a permitir estructurar su personalidad equilibradamente. Recurriremos al lenguaje y al material del aula para trabajar el juego simbólico ayudándoles a construir sus propuestas. El docente les acompañará en su juego simbólico y les dejará expresar sus sentimientos sin emitir juicios de valor que les puedan condicionar.
Hacer uso de un espacio seguro
La sala de psicomotricidad es un espacio de permisividad, pero ésta sólo adquiere sentido dentro de un contexto seguro.
La psicología relacional no solo se centra en el desarrollo del niño sino que también se implanta desde otros ámbitos como el familiar, la terapia individual o incluso la terapia sexual.
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