Qué puede llevar a una persona a dejar de comer, a ingerir alimentos sin control o a provocarse el vómito, ¿solo tiene un problema con la comida o puede haber algo más escondido, algo que tiene que ver con la parte de las emociones?
Con frecuencia, etiquetamos a las personas con un trastorno alimentario, solemos quedarnos en la superficie y recurrir a tópicos que a lo largo de los años han ido pasando sobre patologías como la bulimia o la anorexia nerviosa y que se han dado por buenos sin mayor análisis.
Parece que todo es mucho más complejo de lo que, probablemente, pensamos. Una persona con un trastorno alimentario no tiene solo un problema con la comida, no decide un buen día dejar de comer o comer en exceso. Es el resultado de algo más. “Lo que hay por debajo de todo eso suele ser trauma, un trauma de apego, cuando la relación con las familias acaba siendo no sana; o experiencias de vida que la persona no puede encajar y se acaban convirtiendo poquito a poco en un trastorno que se manifiesta a través de la comida”.
Son las palabras de Natalia Seijo, psicóloga especializada en modelos de trabajo de los trastornos alimentarios como resultado del trauma, del apego y de la disociación y que ha participado en el curso organizado por Elán Psicología en Zaragoza.
El abordaje de estas enfermedades pasa por la búsqueda de la relación entre la comida y las emociones, hay toda una simbología. Podría decirse que las personas se sienten muy vacías y con la comida llenan ese espacio de emociones que les falta. Y qué ocurre cuando una persona tiene anorexia y rechaza comer, en su proceso interno ha apartado las emociones, no las necesita porque quiere controlar su vida. Y cuándo alguien tiene esas emociones dentro y necesita sacarlas, es el caso de quienes sufren bulimia.
Trastorno disociativo y trastorno alimentario
La disociación es un mecanismo de defensa que todos tenemos, algo natural, que hace que no entremos en contacto con aquellas partes de nuestra vida que no deseamos recordar. El problema empieza cuando esa disociación limita nuestra vida, cuando hay un trauma que deja huella y el cerebro los compartimenta para no tener acceso a ellos.
Esto sucede también en el trastorno alimentario. La disociación se puede percibir en la poca conciencia que los pacientes tienen de que su cuerpo es parte de sí mismos. Algo que sucede cuando “nos encontramos ante casos de niñas o niños que nunca lo fueron, porque siempre fueron pequeños adultos y, ahí, hay un niño o una niña que no pudo crecer”.
¿Ha cambiado el abordaje de estas enfermedades?
Está empezando a cambiar. En realidad, “lo que queremos transmitir es que como profesionales debemos ver que la comida es un síntoma de algo más. Si no se busca ese algo más, eso que se esconde detrás, la enfermedad se puede hacer crónica”.
Trabajar solo desde el punto de vista de la comida muestra casos que se arrastran años, con sus correspondientes ingresos, sondas nasogástricas, intentos de suicidio,… Qué puede haber tras esta situación, qué trauma o que problema de apego está intentando salir a través de los problemas con la alimentación, ¿de dónde surge ese síntoma? ¿Dónde está la fuente de la patología?
Natalia Seijo lleva 20 años trabajando e investigando sobre los trastornos alimentarios y su abordaje. Convencida de que tras ese problema se tenía que esconder algo, integró en su trabajo el trauma y el apego. “No se puede trabajar solo la comida cuando tienes pacientes con tanto trauma, tan complejo, tanto sufrimiento”, destaca esta psicóloga gallega que trabaja en Ferrol.
¿Enfermedades para toda la vida?
No tiene por qué ser una enfermedad para toda la vida, “si hay otras patologías en las que las personas se sanan por qué las personas con un trastorno alimentario no se van a curar -señala Natalia Seijo- pero hay que trabajar mucho, animar a las familias, hay que dar mucha psicoeducación”.
Qué debemos saber los ciudadanos
Que a una persona con un trastorno alimentario le ocurre algo, cuando la relación con los alimentos no es correcta es porque no está bien. Basta traducir comida por sentimientos y emociones, algo ocurre con esa persona. Seijo subraya la importancia de tomar conciencia de esto; tener en cuenta que estas personas sufren mucho y muchos casos no se descubren hasta que no han pasado muchos años y el trastorno está muy avanzado.
Aunque el trastorno alimentario se gesta en edades muy tempranas, en la infancia. En su desarrollo y tratamiento hay tramos de edad muy diferentes, desde los 12 o 13 años hasta pacientes con 40 o 50 años.
El 5% de los jóvenes en España entre 12 y 18 años de edad sufren algún tipo de trastorno alimentario según los datos de la Asociación contra la Anorexia y la Bulimia. Además, el 11%, en la misma franja de edad, se encuentra en riesgo de padecer alguno de los trastornos.
El 78% de las personas que acuden al Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) padecen de obesidad derivada de los trastornos alimentarios, el estrés y la ansiedad.
Natalia Seijo participa, actualmente, en un estudio europeo que investiga sobre el trastorno disociativo. Además, es autora, entre otros artículos, de “Trastornos alimentarios y disociación” y destaca una de sus últimas publicaciones, “El Yo Rechazado” cómo trabajar con la distorsión de la imagen corporal en los trastornos alimentarios.
Melania Bentué (Estrategias de Comunicación)
Blog de Zoe (Blog de la autora)