Existen muchos mitos entorno a las vacunas, estos tienen como consecuencia que algunos padres abandonen la vacunación de sus hijos.
La Sociedad Española de Epidemiología, para despejar dudas en lo que respecta a este tema, desmonta con argumentos científicos las falsas creencias más comunes sobre las vacunas, en un artículo publicado por el Grupo de Vacunas de SEE en la revista Atención Primaria. Además con motivo de la celebración de la Semana Mundial de la Inmunización, han realizado adicionalmente un vídeo donde se amplía información sobre este tema.
Desmontando falsos mitos sobre la vacunación
- Las vacunas contra la tos ferina de células enteras no producen daño cerebral permanente: las dudas sobre la seguridad de esta vacuna, debido a la alta reactogenicidad que mostraba se iniciaron en los años 60. También existieron especulaciones sobre su posible relación con encefalopatías que causaban daño cerebral. Se han realizado diversos estudios, y esta asociación no podido ser demostrada.
- No existe evidencia de que las vacunas sean causantes del síndrome de muerte súbita en el lactante: la alarma por una posible relación entre las vacunas y el SMSL surgió en los años 80, pero al analizar esta posible relación no se obtuvo evidencia.
- Los recién nacidos pueden desarrollar una respuesta inmunitaria adecuada a las vacunas: pocas horas después del nacimiento las células del sistema inmunitario ya tienen un papel activo en los reto que suponen para el bebé su exposición al medio ambiente. El 95% de los niños vacunados en sus primeros 6 meses de vida con diversas vacunas, desarrollan respuestas inmunitarias para dichas enfermedades.
- No sobrecargan el sistema inmunitario de los niños: otra falsa creencia es que la aplicación de varias vacunas simultáneamente, comporta la exposición a múltiples antígenos vacunales, y que esto altera el funcionamiento del sistema inmunitario de los niños. La respuesta del sistema inmunitario no depende del tamaño del organismo, sino de la existencia de linfocitos B y anticuerpos humorales, por lo que la respuesta inmunitaria de niños y adultos, ante determinado conjunto de epítopos, es similar.
- No debilitan el sistema inmunitario: existe la creencia de que los niños que han recibido vacunas combinadas presentan un riesgo mayor de sufrir infecciones por otros agentes. Sin embargo, en la observación de una cohorte de niños nacidos en Dinamarca, no se presentaron diferencias entre los menores vacunados y no vacunados con vacunas combinadas, en relación con la incidencia de infecciones respiratorias, neumonía, diarreas, o septicemia.
- No producen alergias y asma: las alergias se originan por factores que produce sensibilidad inmediata mediada por IgE. Se ha apuntado que las vacunas aumentan la producción de IgE formulando dos teorías: Las vacunas producen un desplazamiento de la respuesta inmunitaria a los alérgenos desde las células Th1 a Th2, la otra teoría es que como las vacunas evitan infecciones frecuentes, estas podrían inducir a una respuesta más prolongada y frecuente de las células Th2. Los estudios que han intentado demostrar estas teorías, no lo han conseguido.
- La vacuna contra el sarampión, la rubéola y la parotiditis (SRP) no causa autismo: un estudio publicado en 1998 indicaba que era posible la existencia de una relación causal entre la vacuna SRP y el desarrollo de autismo. Finalmente la revista que publicó el artículo sobre este estudio se retractó, ya que de 10 de los 12 autores del mismo reconocieron que el estudio tenía errores metodológicos importantes y que no era posible establecer una relación entre estas vacunas y el autismo.
- El tiomersal no causa autismo: Los datos científicos no muestran una relación entre el tiomersal de las vacunas y el Trastorno del Espectro Autista. A pesar de la evidencia científica de que el tiomersal no supone un riesgo, se ha ido eliminando de gran parte de las vacunas que se administran a los niños.
- El formaldehído no es perjudicial: Las altas concentraciones de formaldehído pueden causar mutaciones en el ADN, pero este se detecta normalmente en el organismo humano, ya que se produce por el metabolismo del carbono. Las cantidades presentes en las vacunas no resultan perjudiciales.
- El aluminio presente en las vacunas no es perjudicial: la cantidad de alumino que contienen las vacunas es ínfima, por lo que no comporta riesgos. Los altos niveles de aluminio pueden causar reacciones inflamatorias locales, anemia o encefalopatía.
- Las vacunas no producen cáncer: Estudios epidemiológicos realizados no muestran un incremento en el riesgo de padecer cáncer. También se ha evaluado la posible asociación entre la leucemia en los niños y la exposición a algunas vacunas, sin que se haya evidenciado ningún tipo de relación.
Las vacunas evitan cada año 2,5 millones de fallecimientos,son una herramienta imprescindible para prevenir enfermedades infecciosas. Los efectos adversos esporádicos que puedan producir son claramente inferiores a los beneficios de los programas de vacunación, tanto a nivel individual como a nivel social.
Si quieres ampliar información sobre este tema revisa aquí el resumen del artículo publicado por la Sociedad Española de Epidemiología. También puedes consultar el texto completo.