La vida está llena de anécdotas. Las de carácter profesional son muy variadas y sorprendentes; pero es difícil encontrarlas mejores fuera del mundo de la medicina, y sobre todo en el ambiente de la cirugía plástica y estética.
La anécdota no es intrínsecamente graciosa, ya que en ocasiones es motivada por la desesperación; en otros momentos es la mala jugada que nos hace la mente y los trastornos psicológicos, y muy pocas son las que mueven a la risa.
Recuerdo aquel joven recién salido de la adolescencia que acudió a mi consulta con lesiones crónicas detrás de las orejas y al que su madre por fin animó a consultar por padecer unas orejas despegadas o “en soplillo”. Mi sorpresa fue cuando confesó que para poder salir con los amigos utilizaba un pegamento rápido para poder mantenerlas adheridas, lo que irritaba la piel de tal manera que le provocó úlceras. Mi satisfacción fue grande al poder dar solución a un complejo personal tan importante y estoy seguro que la vida de ese muchacho cambió.
Es muy común en estos casos que las chicas y chicos no quieran recortar su pelo o recogerlo en colas o trenzas, lo que limita sobremanera actividades como las deportivas y las de relación con sus amigos.
Otra de las situaciones anecdóticas que recuerdo es la de una paciente que quería que le hiciera una operación de nariz. Tras la primera visita volvió otra vez, pero con varias láminas en las que había confeccionado diversos collages con fotografías recortadas de revistas de moda y juveniles, así como fotos suyas repintadas con rotuladores simulando los resultados que quería obtener; una verdadera obra de arte que al menos le había llevado una semana realizar. Todavía conservo esas láminas en mi poder.
En la actualidad el proceso no es muy diferente ya que disponemos de programas de modificación de imagen que en pocos minutos resuelven las dudas de nuestros pacientes y que les permiten tomar una mejor decisión acerca de los cambios a realizar.
Esto me lleva a los pacientes insatisfechos con los resultados. Los cirujanos plásticos ejercemos también de psicólogos, aunque esa formación la obtenemos día a día con nuestra experiencia. No obstante, en algunas ocasiones bajamos la guardia y se nos filtra algún paciente con un TDC (trastorno dismórfico corporal) al que tenemos la mala fortuna de intervenir quirúrgicamente. Estos pacientes se definen a sí mismos como “perfeccionistas” y se niegan a admitir que su “perfeccionismo” no es saludable.
Esta mujer pasó por mi consulta dando la sensación de que sabía muy bien cuáles eran sus deseos y tuve la falsa percepción de que yo había comprendido perfectamente lo que deseaba ella. Nada más lejos de la realidad; después de tres años la había intervenido en cuatro ocasiones, siempre pequeños “retoques” seguidos de decenas de correos electrónicos con cientos de fotografías obtenidas con la cámara de un teléfono (lo mejor para obtener una imagen distorsionada de uno mismo). Guardo los correos en una carpeta, bien a la vista, que me recuerde continuamente que debo permanecer siempre alerta. Afortunadamente con el transcurso del tiempo la mujer maduró lo suficiente para reconocer que no se podía hacer nada más, y nuestra relación es cordial.
El láser, ¡hay el láser! Cuánto daño han hecho las películas de ficción a la realidad de la cirugía estética; cómo han modificado la percepción de la realidad en tantas personas que creen a pies juntillas que el láser puede conseguir lo que la naturaleza no puede. El láser es muy útil para el tratamiento de múltiples lesiones de la piel e incluso puede mejorar, ¡he dicho mejorar!, la calidad o el aspecto de las cicatrices. Pero nunca va a ser la varita mágica o una goma de borrar los efectos de un accidente o una cirugía. Cuantos son los pacientes que salen de mi consulta decepcionados, muy decepcionados, porque no les he garantizado la desaparición de esas múltiples cicatrices producidas en un accidente. O aquellos que vieron la película “Face/Off” de John Travolta y Nicolas Cage (“Cara a Cara”).
Aquel paciente de edad madura pretendía que realizara un cambio en su aspecto para que no lo reconociera ni su madre; quería modificar todos sus rasgos, la nariz, los párpados, la mandíbula, los pómulos… y por supuesto tenía que hacerlo todo con láser para que ninguna cicatriz fuera visible y pudiera recuperarse en unos pocos días. Desde luego lo descarté por imposible además de mi preocupación: yo no tenía muy claros cuáles eran sus motivos, aunque unos u otros eran peligrosos.
Una graciosa. El hombre entró en la consulta y se sentó delante de mí. Tenía un defecto en el parpado que le impedía cerrar el ojo completamente. Yo estaba iniciando mi carrera. Le pregunté: ¿en qué puedo ayudarle?, y me respondió que si no era evidente para mí. Por supuesto, le dije, ese párpado puede arreglarse. Entonces exclamó: ¡no!, el ojo lo tengo bien, yo quiero que me quite el grano de la nariz…. Bueno, desde entonces he aprendido que no hay que dar nada por supuesto. Hay que dejar que el paciente se explique.
Pero no quiero terminar sin hablar de los pacientes (sí, pacientes) que más me llenan de satisfacción, aquellos que con los años y las modas se han vuelto menos frecuentes en las consultas médicas: hablo de los pacientes agradecidos, de los que son muchos por fortuna, aunque no lo manifiesten.
Son cientos los casos, emocionantes la mayoría. Recuerdo con especial cariño aquella niña, casi un bebé, que intervine por una malformación congénita que afectaba varias zonas de su pequeño cuerpo. Fue creciendo y con los años hubo que hacerle varias intervenciones más y ahora, una adolescente, tanto ella como sus padres repiten las muestras de agradecimiento, aunque probablemente deba ser nuevamente intervenida cuando alcance el desarrollo completo.
Son incondicionales, pacientes con los que el cirujano establece una relación muy especial. Es uno de los motivos por los que quiero tanto mi profesión.
Dr. Terrén, especialista en cirugía estética
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Julio:Cuando he leído tu artículo no he podido evitar recordar la intervención hace ya seis años y he recordado anécdotas en tu consulta y en el quirofano de las que ahora me rio lo que no hice en su momento y han valido muchísimo la pena. Te reitero tu gran profesionalidad y por supuesto considerase una de tus pacientes agradecidas. Un abrazo. Luz