La terapia cognitivo-conductual es una herramienta sumamente valiosa, ya sea en solitario o en combinación con otros enfoques terapéuticos, para abordar trastornos de salud mental, como la depresión. Esta terapia del habla o psicoterapia, estructurada en diferentes sesiones con el psicoterapeuta, abarca la intervención en tres dimensiones: pensamientos, emociones y conducta. Su objetivo es fomentar la toma de conciencia sobre pensamientos inexactos o negativos, permitiendo así una percepción más clara de situaciones desafiantes y una respuesta más efectiva ante ellas.
Para lograr las mejoras necesarias en el estado emocional del paciente, esta terapia emplea normalmente las siguientes estrategias:
Activación conductual de la persona
La activación conductual, como su nombre sugiere, se centra en fomentar la reactivación de la persona. Se aplican principios de aprendizaje y refuerzo para que el paciente retome gradualmente actividades placenteras que solía realizar antes de experimentar ese estado de ánimo de tristeza o depresión.
Inicialmente, el enfoque principal de esta terapia consiste en identificar los comportamientos o acciones que están contribuyendo al mantenimiento de la depresión y, a través de una evaluación conjunta con el paciente, se buscan alternativas que puedan ayudar a superar dicho estado de ánimo. De esta manera, se busca romper el ciclo de inactividad y tristeza.
Las herramientas utilizadas incluyen el seguimiento de conductas, la programación de actividades entre sesiones, el registro del estado emocional, la resolución de problemas, entre otras. Ejemplos de actividades placenteras que pueden formar parte de la activación conductual incluyen caminar al aire libre, asistir a conciertos, ir al cine u otras actividades culturales, practicar algún deporte, retomar hobbies, etc.
Reestructuración cognitiva
La reestructuración cognitiva representa una poderosa estrategia terapéutica destinada a remodelar la forma en que interpretamos y valoramos nuestras experiencias subjetivas. Su objetivo principal es ayudar al paciente a desplazar afirmaciones irracionales, en su mayoría manifestadas como pensamientos automáticos, por afirmaciones racionales. Ayuda a la persona a identificar las emociones dolorosas asociadas a estos pensamientos que están involucrados en la depresión.
Esta técnica, fundamentalmente cognitiva, se enfoca en enseñar a las personas a cambiar pensamientos desadaptativos por aquellos que les permiten experimentar menos sufrimiento emocional. Dentro del arsenal de herramientas terapéuticas de un psicólogo, la reestructuración cognitiva se destaca como una de las más influyentes. Al modificar ciertos pensamientos, se generan cambios en las emociones asociadas a ellos, lo que, en última instancia, contribuye a que la persona se sienta mejor consigo misma y con su entorno.
Para llevar a cabo esta estrategia, se emplea comúnmente el modelo cognitivo ABC, que esencialmente señala que no son los acontecimientos en sí mismos los responsables de nuestras reacciones emocionales, sino las expectativas y las interpretaciones que atribuimos a dichos acontecimientos, así como las creencias que los acompañan. En consecuencia, una misma situación puede dar lugar a una amplia variedad de pensamientos, emociones y acciones, dependiendo de cómo se interpreten y valoren los eventos.
La solución efectiva de problemas
La habilidad para abordar situaciones potencialmente estresantes y resolver problemas de manera efectiva es un componente crucial de la gestión del estado de ánimo y el bienestar emocional. Cuando nos encontramos frente a un desafío, es común experimentar una avalancha de emociones que pueden dificultar la toma de decisiones y la búsqueda de soluciones. Por lo tanto, desarrollar competencias en el manejo de las emociones se convierte en una destreza esencial para superar la depresión.
La gestión emocional se convierte en el puente que nos lleva de la parálisis emocional a la acción constructiva. Cuando somos capaces de regular nuestras emociones, estamos en una posición más sólida para dirigir nuestros esfuerzos hacia la resolución de problemas. Esto implica adoptar un enfoque racional y pragmático al identificar los desafíos que enfrentamos, estableciendo planes de acción claros y descomponiendo las tareas en pasos manejables.
Al abordar los problemas de esta manera, podemos aumentar nuestras posibilidades de éxito y reducir la influencia abrumadora de las emociones en la toma de decisiones. En última instancia, la solución de problemas se convierte en una herramienta valiosa para navegar por los obstáculos de la vida de manera más efectiva y construir una base sólida para el bienestar emocional a largo plazo.
Estos son algunos ejemplos de estrategias para abordar la depresión. Sin embargo, cada persona es única y requerirá enfocarse en ciertos aspectos más que en otros. Además de estas estrategias para tratar la depresión, existen enfoques específicos para lidiar con el duelo, resistir la influencia de los pensamientos negativos, organizar y planificar tareas para reducir el estrés y la carga emocional, entre otros.
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