Por desgracia, en muchas ocasiones, el objetivo de aunar aspiraciones no se puede conseguir y muchas parejas se estrellan ante este desafío. Cada uno de los cónyuges tiene su propio ritmo y su velocidad de crecimiento. A veces avanzan en direcciones contrarias. Los gustos pueden ir siendo incompatibles y cada vez se encuentran más alejados el uno del otro. De forma imperceptible, cada vez se sienten más solos y más extraños, hasta que un día cruzan un punto donde ya no se puede retornar: es el fin de la relación.
¿Dónde está ese punto, ese umbral que hay que evitar cruzar?
Es difícil saberlo con certeza, pues los sentimientos humanos son confusos y a menudo contradictorios. Una persona puede estar muy decepcionada o desesperada, pero esos sentimientos se pueden mezclar la piedad, la esperanza de que el tiempo cambie las cosas, la piedad…
Hay veces en que la situación cambia y surgen nuevas oportunidades de recuperar sueños perdidos. La persona que había renunciado a cosas importantes, por haber tenido que dedicarse a cuidar a los hijos o simplemente por amor al otro, puede tener una segunda oportunidad de retomar unos estudios, una afición o un trabajo.
No estamos hablando de caprichos puntuales, nos referimos a necesidades vitales. La persona que renunció a ello por amor tiene ahora una nueva oportunidad para verse realizada. Pero claro, puede ocurrir que se encuentre la negativa frontal de su pareja ante los nuevos proyectos.
En este punto, una esposa o un marido, que no acepta una necesidad esencial de su pareja y que se opone a ello, se convierte en un escollo para la convivencia. Un escollo que hay que superar. Se convierte en el símbolo del carcelero de la prisión donde se marchitan las ilusiones. Su egoísmo y falta de comprensión hacen la situación interminable.
Ya no hay amor en la relación. La relación ha terminado.
El origen del problema
Si hay algo, en lo que todos los expertos coinciden, es señalar que uno de los principales problemas que dañan la estabilidad y el equilibrio de una pareja es la falta de comunicación. O bien el diálogo brilla por su ausencia o es un “diálogo de sordos” plagado de malentendidos.
A este respecto, son famosos los experimentos sociológicos llevados a cabo hace ya algunos años, en dos zonas diferentes y en diversos periodos de tiempo. Los investigadores analizaron los factores que más influían sobre el grado de satisfacción de la mujer dentro del matrimonio.
Los resultados fueron demoledores. Se analizaron factores muy diversos como la educación recibida, el tipo de trabajo, los ingresos económicos, los hijos, el papel de los esposos en la toma de decisiones y otros más. Pues bien, en ambos estudios quedó meridianamente claro que el factor que más influye en el índice de satisfacción de la mujer es la calidad en la comunicación de los cónyuges. Una comunicación fluida y de calidad es una garantía de éxito en el futuro de una pareja.
De este hecho se deduce que todos los factores analizados hasta ahora:
- Dejar que la rutina y el aburrimiento se hagan los dueños de la casa.
- Impedir al otro desarrollar su personalidad, controlando hasta el más mínimo detalle.
- Sacrificar las ideas y los deseos personales para preservar la felicidad del hogar o del “otro”.
Todos estos factores tienen una base común: haber ignorado algo tan esencial como la comunicación, justo en el momento en que era imprescindible.
Gerardo Castaño Recuero, Psicólogo en Masquemedicos
Este post pertenece a la serie “¿Qué fue de nuestro amor?”
Parte 1: ¿Qué fue de nuestro amor?. Prólogo
Parte 2: ¿Qué fue de nuestro amor?. El aburrimiento
Parte 3: ¿Qué fue de nuestro amor? Señales de alarma
Parte 4: ¿Qué fue de nuestro amor? El triunfo de lo rutinario
Parte 5: ¿Qué fue de nuestro amor? La pérdida de la individualidad
Parte 7: ¿Qué fue de nuestro amor? El valor de la comunicación