Oftalmología

Glaucoma: diagnóstico precoz y cirugía

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El diagnóstico precoz del glaucoma es esencial para prevenir una disminución significativa en la calidad visual. Detectarlo en sus etapas iniciales mejora significativamente las opciones de tratamiento y el pronóstico. Por lo tanto, es fundamental que las personas con factores de riesgo asociados al glaucoma, realicen revisiones oftalmológicas regulares que incluyan mediciones de la presión intraocular, evaluación del fondo del ojo y otras pruebas complementarias. Las personas afectadas por el glaucoma deben someterse a exámenes oculares periódicos a lo largo de su vida, ya que la enfermedad puede avanzar sin síntomas notables. 

El glaucoma es una afección del nervio óptico del ojo, provocada por el aumento de la presión intraocular (PIO). Esta daña gradualmente las fibras del nervio óptico, reduciendo la capacidad del ojo para transmitir señales visuales al cerebro. Esta enfermedad a menudo no presenta síntomas evidentes hasta que alcanza etapas avanzadas, momento en el que ya se ha producido un daño significativo en el ojo y la visión se ha reducido a una especie de túnel. Esto se debe a la pérdida gradual de la visión periférica, que pasa desapercibida para el paciente debido a la capacidad del cerebro para compensar las áreas ciegas combinando las imágenes de ambos ojos para formar una imagen completa. Por esta razón, se le conoce como “la enfermedad silenciosa”, y la detección temprana desempeña un papel crucial.

Pruebas oftalmológicas para el diagnóstico del glaucoma

El diagnóstico del glaucoma no se basa en una sola prueba sino que implica una serie de pruebas oftalmológicas combinadas que permiten evaluar la presión intraocular, la apariencia del nervio óptico y el campo visual del paciente. Algunas de las pruebas más comunes para el diagnóstico del glaucoma son:

  1. Tonometría: esta prueba mide la presión intraocular. El tonómetro de aire es el método más común, por ser menos molesto y de menor riesgo. También se utilizan otros tipos, como el tonómetro de aplanamiento o el de rebote.
  2. Gonioscopia: con esta prueba, el oftalmólogo examina el ángulo de drenaje en el ojo para determinar si está abierto o cerrado. Esto ayuda a clasificar el tipo de glaucoma.
  3. Pupilometría: se mide el tamaño y la respuesta de las pupilas a la luz, lo que puede ayudar a evaluar el estado del nervio óptico.
  4. Paquimetría: esta prueba mide el grosor de la córnea, ya que la córnea delgada puede influir en las lecturas de la presión intraocular.
  5. Fondo de ojo: el oftalmólogo observa el fondo del ojo para evaluar el aspecto del nervio óptico. El glaucoma a menudo causa cambios en la apariencia del disco óptico, como excavación o adelgazamiento.
  6. Perimetría visual: esta prueba evalúa el campo visual del paciente. El glaucoma generalmente comienza afectando la visión periférica, por lo que la detección de defectos en el campo visual puede ser un indicio importante.

Además, dado que el glaucoma es una enfermedad progresiva, es fundamental realizar exámenes regulares y seguimiento a lo largo del tiempo para detectar cualquier cambio en la presión intraocular o en la salud del nervio óptico.

Tratamiento: cirugía del glaucoma

El tratamiento del glaucoma tiene como objetivo principal reducir la presión intraocular y prevenir el daño adicional al nervio óptico. El enfoque del tratamiento puede variar según la gravedad del glaucoma y la respuesta individual al tratamiento. Los medicamentos son una de las primeras opciones. Estos pueden ser en forma de colirios oculares, pastillas o inyecciones. Ayudan a reducir la presión intraocular al disminuir la producción de humor acuoso o aumentar su drenaje

Cuando el tratamiento médico resulta insuficiente para detener la progresión del glaucoma, se recurre a la cirugía. La operación de glaucoma reduce la presión intraocular (PIO) en el ojo y previene el daño al nervio óptico. Su objetivo principal es mejorar el flujo de líquido acuoso fuera del ojo o reducir su producción para aliviar la presión. 

Existen diversas técnicas quirúrgicas disponibles, y el oftalmólogo determinará cuál es la más adecuada para cada caso. Uno de los procedimientos comunes es la trabeculectomía, que crea una fístula que conecta el interior del globo ocular con el espacio subconjuntival, permitiendo que el humor acuoso drene hacia fuera y alivie esta presión intraocular.

Además de la trabeculectomía, también se pueden utilizar dispositivos valvulares para favorecer el drenaje del humor acuoso y estabilizar la presión intraocular. Otra opción es el tratamiento con láser, que crea pequeñas perforaciones en el iris para liberar la presión intraocular.

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