Armonía del cuerpo y del espíritu 1
¿Quién no ha conocido a alguna de esas personas que irradian belleza y salud por todos los poros de su cuerpo? ¿Cuál es su secreto? Sencillamente han sabido encontrar el equilibrio físico y mental necesario para la felicidad.
A menudo solemos considerar el cuerpo y la mente como dos entidades distintas. Pero, nada más lejos de ello. Sin equilibrio psíquico, el cuerpo no puede encontrar armonía. Sin salud física, es difícil, incluso imposible, encontrar la felicidad y la serenidad del espíritu.
El sortilegio
Hace algunos años dos médicos americanos del hospital Cherry County de Omaha (Nebraska) ingresaron en el hospital a un hombre mayor. En seis meses, había perdido 23 kilos. Creyendo que tendría un cáncer, le sometieron a todo tipo de pruebas, sin llegar a ningún resultado positivo. Y, sin embargo, aquel hombre se estaba muriendo. Su médico de cabecera, que visitaba al anciano con frecuencia, se dio por vencido: “Se está muriendo y lo peor es que no sé de qué”. El anciano le respondió: “No se preocupe, doctor, yo sé que me voy a morir y se también por qué. Me han echado un maleficio”.
Luego le contó que hacía algunos meses un enemigo, (por alguna razón que el médico nunca llegó a saber), había contratado a un brujo para que lo hechizara. El brujo había conseguido convencer a la esposa del anciano para que le cortara un mechón de pelo mientras dormía y se lo diera. Utilizando una figurita que le representaba, le había embrujado. En el momento convenido el brujo hizo saber al anciano y a su cliente que la suerte estaba echada y que la víctima iba a morir. Desde ese momento, el anciano había dejó de alimentarse dejándose morir poco a poco.
El médico comprendió que ninguna terapia convencional lograría curar a aquel enfermo. Con la complicidad de otro médico, convocó al anciano para que se presentara a medianoche en una sala de examen del hospital. El lugar estaba oscuro y aislado. El médico prendió fuego a una ampolla de un medicamento que tenía en la mano, dejando que se quemará lentamente y que derramara una luz azulada por todo el lugar.
Aumentadas por la luz, el médico elevó unas tijeras de cirujano que llevaba preparadas y cortó un mechón de pelo al moribundo con los gestos solemnes de un hechicero. Seguidamente, pronunció con la voz más cavernosa que pudo: “En el momento en que se quemen los cabellos de este mechón, los malos espíritus saldrán de tu cuerpo”. Después dejó caer el mechón sobre la llama y cuando ardió completamente puso fin al ritual.
Silenciosamente, volvieron a llevar al paciente a su habitación recomendándole que no dijera nada a nadie, ya que de lo contrario los espíritus volverían a entrar en él. La falsa ceremonia de exorcismo tuvo éxito. El anciano se despertó al día siguiente con mucho apetito y una nueva voluntad de vivir. Unos días después dejaba el hospital convencido de que había sido un brujo, más poderoso que el primero, quien le había salvado. La fe del anciano en el sortilegio había obrado el milagro de su curación.
Las emociones y enfermedades psicosomáticas
Por supuesto, los médicos no andan por ahí curando hechizados todos los días. Pero, esto no significa que este caso no sea una demostración del enorme poder del psiquismo en nuestro cuerpo y su influencia manifiesta sobre nuestra salud. Por otro lado, las encuestas demuestran que un 50% de las personas que acuden a las consultas de los médicos sufren enfermedades psicosomáticas, es decir, malestares físicos provocados por estados prolongados de tensión, ansiedad o frustración. Por supuesto, en la gran mayoría de los casos, el paciente desconoce que sus afecciones se deben a motivos psíquicos.
La influencia de la afectividad sobre las funciones biológicas es conocida desde hace bastante tiempo. Una emoción fuerte, la excitación o el miedo, aceleran el ritmo cardiaco y humedecen las manos, una alegría o una pena intensa estimula la selección de lágrimas. Bajo el efecto de un shock psicológico, las glándulas suprarrenales segregan adrenalina, lo que, a su vez acelera el corazón, contrae los músculos del estómago y del intestino y acelera la respiración. Del mismo modo, enrojecemos de vergüenza y palidecemos de miedo. Antes de un acontecimiento importante, (un examen, el matrimonio…), sentimos un nudo en el estómago y una opresión en el pecho. Un estado de ansiedad provocado por una tensa espera (una carta, notificación, resultado de pruebas médicas, calificacion de los exámenes…), puede provocarnos una sensación de inseguridad y miedo, traducible en vómitos, mareos y sensación general de debilidad que afectan a nuestro organismo.
En nuestros días, los neurólogos, psicólogos y psiquiatras reconocen la influencia de los estados de ánimo y las emociones sobre el cuerpo. Los conflictos repetidos, las tensiones emotivas importantes, a la larga, pueden acabar por descompensar el funcionamiento de los órganos vitales como el corazón, el hígado y el sistema nervioso.
Los sentimientos negativos rechazados o reprimidos en el inconsciente se manifiestan en forma de hipertensión, úlceras, colitis, dolores de cabeza, dolores articulares y musculares, enfermedades de la piel, disfunciones sexuales y asma. El cuerpo se encarga de manifestar esas emociones o esos sentimientos cuando estos no se expresan conscientemente.
El lenguaje del cuerpo
Una mujer padeció de asma hasta la muerte de su suegra que, a su pesar, vivía con ella. Se negaba a confesárselo, pero la presencia de aquella mujer la “ahogaba”.
Un hombre padecía palpitaciones cardiacas. Le fue necesario la ayuda de un psicólogo para darse cuenta que aquel peso que sentía en el corazón se debía a los conflictos de orden emotivo que tenían en relación con su padre, que era su socio.
Otra persona fue al médico porque tenía dificultades para tragar. Su organismo manifestaba así su rebelión ante los abusos que su familia y amigos hacían de su carácter dulce y generoso. Su cuerpo había dejado de “tragar” con tales injusticias.
Podemos así morir de pena, de aflicción, de cólera, en general, por cualquier estado de ánimo negativo, devorados por nuestras emociones y las tensiones que éstas crean.
Sentirse bien con uno mismo
Si las tensiones psíquicas y los problemas psicológicos producen tensiones musculares crónicas y malestares físicos, a la inversa, un buen estado de ánimo tiene efectos positivos en la salud. Nos sentimos bien con nosotros mismos cuando nos sentimos bien con nuestra mente.
Todos los acontecimientos, realizaciones o relaciones personales que producen autoestima, alegría, esperanza, confianza, amistad, amor, ganas de reír y vivir, influyen directamente en nuestro bienestar físico.
Los terapeutas son unánimes cuando dicen que las actitudes “muy cargadas” emocionalmente, como amar, tocar, compartir, confiar o cooperar, ejercen una influencia considerable en nuestro organismo. A principios de este siglo se realizó un experimento curioso. A dos grupos de ratas de laboratorio se les administraba una alimentación muy rica en colesterol para valorar su influencia en la aparición de placas de ateroma en las arterias. A las ratas del primer grupo, el ordenanza que les daba la alimentación, tenía la obligación de hablarlas, acariciarlas, tocarlas y jugar con ellas. Cuando acabó el estudio se observó que las ratas del primer grupo (las “mimadas”) presentaban un 60% menos de placas de ateroma.
Una persona de buen humor, con un espíritu positivo, dotada de una buena salud mental, irradia este estado por todo su cuerpo. Su piel, sus cabellos, su modo de andar, de mantenerse, su vigor, testimonian un cuerpo sano a imagen de su estado psíquico.
El influjo nervioso y la respiración no se ven bloqueados por las tensiones crónicas de todo tipo. La sangre circula libremente y responde a las necesidades normales de los órganos y los tejidos y al equilibrio del metabolismo. Un estado anímico positivo obra todos los días el milagro de reflejarse en un cuerpo sano, confirmando la frase de Juvenal en su sátira número X: “Mens sana in corpore sano”. Por desgracia para Juvenal, los romanos siempre se tomaron a broma su hoy célebre frase.
Gerardo Castaño Recuero, Psicólogo en Masquemedicos
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GRACIAS POR SU ARTÍCULO AMIGO GERARDO. EN BUEN MOMENTO LO HE LEÍDO. NUEVAMENTE MUCHAS GRACIAS.