Psicología

Narcisismo. El amor por nosotros mismos

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Un sano amor por nosotros mismos nos proporciona la confianza y el respeto propio que necesitamos para poder desarrollarnos emocionalmente. Sin embargo, para algunos hombres y mujeres el amor por sí mismos puede convertirse en un problema que les incapacitará porque no podrán amar verdaderamente a nadie más.

¿Qué significa el término narcisismo?

Para muchas personas se trata del amor a la belleza por la belleza en sí misma. Para otros, sirve para describir a quienes no pueden resistir arrojar una miradita cada vez que pasan junto a un espejo. En la antigüedad se creía que si alguien observaba su propia imagen reflejada en el agua o en una superficie pulimentada corría el riesgo de perder su alma. En torno de esta creencia surgió la leyenda del bello Narciso.

Según la mitología griega, Narciso, hijo de la ninfa acuática Liriope, era un joven de extraordinaria belleza, al que Tiresias, famoso y ciego adivino griego, había profetizado una larga vida siempre que no se viera a sí mismo, reflejado en una superficie. Narciso era admirado por hombres y mujeres, pero él era sumamente arrogante y ni siquiera se fijaba en los que le rodeaban. La ninfa Eco se enamoró perdidamente de Narciso, pero éste la rechazó cruelmente y la pobre ninfa murió de pena en una cueva, no quedando de ella más que su voz. Némesis, diosa de la venganza, castigó a Narciso para que conociera el sufrimiento de no ser amado. Un día Narciso vio su imagen reflejada en la superficie de un lago y quedó fascinado por su belleza. Cada vez que se acercaba para tocar su imagen, esta se deshacía entre las ondas del agua. Narciso dejó de comer y de dormir, enamorado de su imagen, y al cabo del tiempo se volvió loco y murió ahogado arrojándose al agua, tratando de poseer lo que tanto anhelaba. En el lugar donde se arrojó creció una hermosa flor: el narciso. Pero el castigo de Narciso siguió incluso después de su muerte, pues en las oscuras aguas de la laguna Estigia su imagen reflejada le seguía atormentando. El mito de Narciso habría de dar nombre al narcisismo, término usado para referirnos a quién está enamorado de sí mismo.

El amor por nosotros mismos

Para los psicólogos, el mito griego es algo más que un relato que ha persistido a través de los tiempos. Utilizando el arquetipo de Narciso han tratado de analizar una de las principales fuentes del desarrollo humano: la forma en que nos amamos a nosotros mismos. A una edad muy temprana aprendemos a querernos a nosotros mismos y la mayor forma de amor que podemos otorgarnos es la satisfacción de nuestros propios cuerpos a través de la masturbación. A medida que crecemos y empezamos a explorar el medio que nos rodea, descubrimos la satisfacción de dar placer al otro al mismo tiempo que lo recibimos. Así aprendemos a relacionarnos tanto emocional como sexualmente con otras personas. Al menos, así les sucede a la mayoría de los individuos. Pero algunos se obstinan en permanecer encerrados en sí mismos; se hallan tan enamorados de sí que experimentan frecuentemente una decepción en sus relaciones sexuales de adulto y en última instancia pueden acabar por rechazarlas.

En cierto grado, todos somos narcisistas. Esto hace que surja la cuestión ¿Dónde acaba el narcisismo sano y empieza el narcisismo patológico? En buena medida se trata de una cuestión de actitudes sociales y culturales. A finales del siglo XIX se consideraba a la masturbación como una perversión sexual que constituía parte integrante del amor por uno mismo, por lo que semejante amor se consideraba también enfermizo. En la actualidad se considera que la masturbación es una actividad humana normal.

¿Amor por uno mismo o inseguridad?

El narcisismo se convierte en un problema, cuando la persona en cuestión, es incapaz de abandonar su propio marco de referencia. Es posible que estos individuos hayan sido educados de manera que crean ser el centro del universo y superiores a todos los demás. También puede ocurrir, que el sujeto, haya sido desplazado por un hermano o hermana, en cuyo caso, tratará de compensarlo, convenciéndose de que es superior. Tanto si el narcisismo fue desencadenado en un principio por auto adoración, como si tuvo su origen en una profunda inseguridad, estos individuos son incapaces de apreciar los deseos y las necesidades de los demás. En vez de concentrarse en esa tarea, utilizan a las otras personas como un espejo en el que reflejar sus propias proezas o sus propios fallos. Este recurso no es malo en sí mismo. Al fin y al cabo, sin un toque de narcisismo muchos no hubieran podido progresar hasta alcanzar el éxito en su carrera, tanto si ésta se refiere al cine, el teatro, la moda, la televisión, la política o a cualquier otra esfera de la vida pública que requiera una audiencia pública.

Problemas sexuales

Frecuentemente, unos marcados rasgos narcisistas provocarán dificultades en la vida emocional o sexual de una persona. Por ejemplo, es posible que un hombre escoja a su pareja solamente por su apariencia para conseguir sentirse envidiado, y que luego se pregunté por qué su relación se deteriora progresivamente.

Casi invariablemente, entre las causas de un problema psicosexual figura un elemento narcisista. Un hombre incapaz de eyacular durante el coito (eyaculación retardada) descubrirá, quizás, que esta manifestación sexual es consecuencia de su negativa a entregarse emocionalmente a su pareja.

También es posible encontrar rasgos narcisistas en hombres con eyaculación precoz o en mujeres con anorgasmia. En casi todos estos casos, la base del trastorno suele estar en la incapacidad para entregarse totalmente a una relación.

Una personalidad equilibrada

En resumen, a nadie le perjudica esforzarse razonablemente por destacar. El amor propio y el respeto por uno mismo constituyen una parte intrínseca de nuestra forma de ser. El narcisismo se convierte en un problema sólo cuando domina toda nuestra personalidad e inhibe el desarrollo personal. Las personas incapaces de formar o de mantener unas relaciones estables advertirán quizá que algo va mal, es posible que les cueste tiempo reconocer que, en el fondo de sí mismas, no quieren contribuir a partes iguales a la relación de pareja. Los psicólogos y sexólogos podrán ayudar a estas personas, para determinar exactamente, por qué han permanecido tanto tiempo, centradas en sí mismas.

Una vez averiguados el cómo y el porqué, se trata de cambiar todo un estilo de vida, dejando a un lado el “sentirse dioses” y empezando a verse uno mismo en relación con otras personas. Esto no significa que ocasionalmente no nos agrade a todos sentirnos el centro del universo o que no nos guste ser por un rato simplemente receptores de placer.

Lo qué debemos tratar de lograr es un equilibrio armónico entre el amor a nosotros mismos y el amor a los demás.

Gerardo Castaño Recuero
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