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La ansiedad silenciosa: 10 síntomas físicos que (quizás) no sabías que eran por ansiedad

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Te sientes mal. Llevas semanas, quizás meses, con una sensación de mareo inexplicable, tu estómago es una lotería, y te despiertas más cansado de lo que te acostaste. Vas al médico, te hacen análisis, un electrocardiograma… y todo sale “normal”.

“Serán nervios”, te dicen.

Para muchos, esa frase suena a minimización. Pero queremos explicarte por qué esos “nervios” no son algo “que está en tu cabeza”: es una reacción física, real y medible de tu cuerpo.

Hablamos de la ansiedad silenciosa: aquella que no se manifiesta (solo) con ataques de pánico evidentes, sino con un goteo constante de síntomas físicos que desgastan tu calidad de vida.

¿Por qué mi cuerpo reacciona así? La alarma interna

Imagina que tu cuerpo tiene una alarma antiincendios. La ansiedad es esa alarma activándose. El problema es que, en el trastorno de ansiedad, la alarma salta sin que haya un incendio real, o se queda encendida permanentemente.

Esta “alarma” (tu sistema nervioso simpático) libera un cóctel de hormonas como el cortisol y la adrenalina, diseñadas para “luchar o huir”. Cuando esto se mantiene en el tiempo, tu cuerpo empieza a resentirse de formas muy concretas.

Estos son 10 de los síntomas físicos más comunes (y desconcertantes) de la ansiedad.

Los 10 síntomas físicos de la ansiedad

1. Problemas digestivos (hinchazón, gases, diarrea o estreñimiento)

El intestino es nuestro “segundo cerebro”. Cuando la alarma de ansiedad se activa, el cuerpo considera que la digestión no es prioritaria (está ocupado “huyendo del tigre”).

  • Qué pasa: el flujo sanguíneo se retira del estómago, la motilidad intestinal se altera y se produce un desequilibrio en la microbiota.
  • Qué sientes: hinchazón inexplicable (incluso sin comer), gases, digestiones pesadas, urgencia para ir al baño (diarrea) o todo lo contrario (estreñimiento).

2. Mareos o sensación de vértigo (inestabilidad)

No es un mareo de dar vueltas (vértigo rotatorio), sino una sensación de “borrachera”, de estar en un barco, o de que te vas a desmayar (aunque casi nunca ocurre).

  • Qué pasa: la ansiedad provoca tensión en los músculos del cuello y cervicales, afectando al equilibrio. Además, puede causar una hiperventilación leve (respirar demasiado rápido y corto) que altera los niveles de CO2 en sangre.
  • Qué sientes: inestabilidad al caminar, aturdimiento y miedo a caerse.

3. Tensión muscular crónica (cuello, hombros y mandíbula)

Cuando estás ansioso, tu cuerpo se pone en “guardia”. Inconscientemente, tensas los músculos, preparándote para esa “lucha”.

  • Qué pasa: los músculos de los hombros, cuello y espalda (especialmente los trapecios) se contraen y no se relajan.
  • Qué sientes: dolor de espalda crónico, rigidez de cuello, cefaleas tensionales y bruxismo (apretar o rechinar los dientes por la noche).

4. Palpitaciones o taquicardia

Este es uno de los síntomas que más asusta, ya que se confunde fácilmente con un problema cardíaco.

  • Qué pasa: la adrenalina le dice a tu corazón que bombee más rápido para enviar sangre a los músculos (para la “huida”).
  • Qué sientes: sientes el corazón acelerado (taquicardia), que late con fuerza (palpitaciones) o que “se salta un latido” (extrasístoles). Importante: Siempre deben ser evaluadas por un médico primero.

5. Fatiga constante y agotamiento

¿Cómo puedes estar agotado si no has hecho nada? La ansiedad es agotadora.

  • Qué pasa: tu cuerpo está gastando energía 24/7 al mantener el sistema de alarma encendido. Además, la tensión muscular constante y el mal sueño (ver punto 10) drenan tus reservas.
  • Qué sientes: cansancio que no se va durmiendo, sensación de “batería baja” todo el tiempo.

6. Sensación de ahogo o presión en el pecho

Otro síntoma que genera pánico por su similitud con un infarto.

  • Qué pasa: es el resultado de dos cosas: la tensión de los músculos intercostales (entre las costillas) y la hiperventilación.
  • Qué sientes: una opresión en el pecho, dificultad para coger aire profundamente o la necesidad de bostezar para “llenar los pulmones”.

7. Hormigueos y parestesias (manos, pies o cara)

Una sensación extraña de adormecimiento o cosquilleo en las extremidades o alrededor de la boca.

  • Qué pasa: de nuevo, la hiperventilación. Al respirar superficial y rápido, baja el CO2 en sangre, y esto provoca que los nervios se vuelvan más excitables.
  • Qué sientes: cosquilleo, pinchazos o adormecimiento.

8. “Nudo en la garganta” (globo faríngeo)

La sensación persistente de tener algo atascado en la garganta que no se va al tragar.

  • Qué pasa: es la tensión de los músculos de la faringe y el esófago.
  • Qué sientes: dificultad para tragar saliva (aunque sí puedes comer) y carraspeo constante.

9. Dolores de cabeza tensionales

El dolor de cabeza más común asociado al estrés.

  • Qué pasa: consecuencia directa de la tensión muscular en cuello, hombros y cuero cabelludo (ver punto 3).
  • Qué sientes: un dolor opresivo, como si tuvieras una “banda apretada” alrededor de la cabeza, que suele empeorar por las tardes.

10. Problemas de sueño (insomnio de conciliación o despertar)

La ansiedad y el sueño son malos compañeros de cama.

  • Qué pasa: el estado de hiperalerta (cortisol alto) impide que el cerebro “desconecte” para dormir.
  • Qué sientes: dificultad para quedarse dormido (das mil vueltas a los problemas del día) o, muy característico, te despiertas de madrugada (3-4 am) con el corazón acelerado y ya no puedes volver a dormir.

¿Qué hago si me identifico con esto?

Si has asentido leyendo esta lista, lo primero que queremos decirte es: tus síntomas son reales y no estás solo.

El camino para gestionar la ansiedad física pasa por varios pasos clave:

  1. La regla de oro: descartar (tu médico de familia)
    Antes de asumir que todo es ansiedad, es imprescindible acudir a tu médico de familia. Debemos descartar que esos mareos no sean un problema del oído, que esas palpitaciones no sean una arritmia o que esa fatiga no sea una anemia. Este paso es fundamental.
  2. Validar y entender (psicoterapia)
    Una vez descartada una causa física, el siguiente paso es la salud mental. Un psicólogo (especialmente con enfoque cognitivo-conductual) te ayudará a entender por qué tu alarma se activa y te dará herramientas para “recalibrarla”.
  3. Primeros auxilios corporales (técnicas de relajación)
    La ansiedad es física, y la respuesta también debe serlo. Aprender técnicas de respiración diafragmática (respirar “con la barriga”) es clave para cortar la hiperventilación. El ejercicio físico (incluso caminar 30 minutos) es el mejor “quemador” de cortisol y adrenalina que existe.

Entender que esa hinchazón, ese mareo o esa fatiga son la voz de tu sistema nervioso pidiendo ayuda es el primer paso para sanar. No es “solo” ansiedad; es tu cuerpo reaccionando de forma inteligente a una amenaza que percibe como real. Ahora, el trabajo es aprender a decirle, con rigor y cariño, que puede bajar la alarma.

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