Eduardo Manostijeras. Viernes de película
Tim Burton es uno de los directores que se puede prestar a tener dentro de su filmografía películas que pueden resultar apetecibles en estas fechas como Pesadilla antes de navidad, Beetle Juice, Alicia en el país de las maravillas o la última de su carrera El hogar de Miss Peregrine.
Sin embargo una película de este cineasta que ha quedado en la mente de todos seas fan de él o no, como en realidad es mi caso, es Eduardo Manostijeras. Una película que nos presenta un personaje entrañable que se ve expuesto al estilo de vida americano y que nos plantea unas cuestiones de críticas sociales tan importante como que supone la masculinidad en los años 90.
La utilización del estilo gótico hace entrever la oscuridad de los personajes que bien podrían exponerse a un estilo terapéutico psicoanalista. Se pueden sacar muchas ideas personales y no tan oníricas con la visualización una segunda o tercera vez del film.
Podemos hablar de cómo Eduardo apoya a su padre independientemente de que le dejara sin manos. El apoyo incondicional. Como de un aspecto negativo como es no tener manos inicialmente él saca toda la belleza que es capaz de mostrar. El poder de la adaptación tras sacarlo de su medio e intentar incorporarse a esta sociedad que está creada para que todo aquel que sea diferente tenga una etiqueta poderosa que lo distinga a ojos de todos.
No ha tenido un gran palmarés pero en mi opinión la música y el paisaje de la escenografía te llevarán a generar un dulce bienestar interior ¿Y qué es el cine más que un generador de emociones?
Si quieres dejarte llevar por buen cine en este tiempo navideño aquí tienes un clásico que si has visto nunca es mal momento para volver a verlo y en esta época de redes sociales comentarnos tu visión.
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Una película en la que se ensalza la belleza de lo diferente, en la que se mantiene la idea de que no siempre lo socialmente aceptado como “normal” es lo que nos va a hacer felices. Debería haber más Eduardos en nuestras vidas y más gente como Kim (Winona Ryder), que supo ver desde el primer segundo a la persona y la aceptó sin importarle nada más.