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La vida es bella. Enfocándonos en lo positivo para hacer frente a la realidad

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Este viernes de película, diferente y especial, por la situación que estamos viviendo en todo el país, me gustaría dejaros como siempre un momento de entretenimiento y desconexión recomendando una película, un corto, una serie o un documental.

Estaba pensando en alguna novedad pero viendo las motivaciones que me he encontrado entre los vecinos en el patio, en sus ventanas, en la televisión, en las redes… no he podido más que acordarme de uno de los clásicos de nuestro cine mundial, La vida es bella de Roberto Benigni.

La vida es bella porque como en la película las personas hemos decidido transformar una parcela de la dura realidad en momentos de creatividad, de juego, de apoyo y de unión. Decidimos no poner el foco en la parte oscura y recrearnos en lo positivo hasta que las consecuencias y los resultados preocupantes aparezcan de frente.

Para el que no la haya visto, algo que debería ser solucionado este fin de semana, le dejamos brevemente una reseña.

La vida es bella. Sinopsis

La historia está ambientada en la Italia del 39 cuando comienza la Segunda Guerra Mundial, el protagonista Guido, que ha formado una familia con Dora y su hijo Giosue, se ven atrapados por el ambiente bélico y son capturados por el ejército alemán siendo encerrados en un campo de concentración.

Ante esa realidad tan dura y complicada Guido quiere que su hijo no se entere de nada, y preservar la libertad y la esperanza a través del juego y la creatividad, buscando explicaciones que hagan pensar al niño que ellos han elegido estar allí y que en cualquier momento podrán irse. El desarrollo se da entre estas dinámicas que nos sacan sonrisas pero el final llega y te corta como un callejón sin salida.

Como la mente puede llevarnos a moldear el entorno es lo que siempre me ha fascinado de la psicología. Y si nos parece que puede ser posible y entrañable en un ambiente tan grave como el que nos presenta la película, cómo no vamos a encontrar nosotros la calma desde nuestras casas, al lado de nuestros objetos preferidos, con la libertad de poder escoger qué hacer, aunque sea entre cuatro paredes.

Pienso en lo que puede ser un aislamiento sin libertad, aquel al que te empuja la enfermedad cuando llega, en el caso del coronavirus, y en el caso de otras enfermedades como las oncológicas que te aíslan y a veces te dejan sin libertad de movimiento y de nuestra mente.

Aprovechemos por tanto nuestra realidad, pensemos en que podemos transformarla como hace Guido para sí mismo y sobre todo para su hijo. Una estancia lo más agradable y tranquila posible quedándonos en casa.

Recuperaremos nuestro tiempo pero no olvidemos que pase lo que pase La vida es bella.

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